No quería ir y sigo sin quererlo, aquí es dónde quiero y siento que debo estar pero las opciones y alternativas que me posibilitaban quedarme se han ido agotado junto con el tiempo.
Tengo poco tiempo y aún menos ganas de escribir... asique seré breve. Siento pánico ante el momento en el que mi madre me vea en biquini, me aterra que llegue porque sé que no va a ser nada agradable.
Hace un par de días después de asimilar que estaba acorralada y aceptar que ese momento tarde o temprano iba a llegar, me puse el biquini y me planté frente al espejo. Mis muslos, mi cadera e incluso mi barriga me seguían pareciendo realmente voluminosos y rondaba por mi cabeza la idea de deshacerme de todo lo que veía que sobra. Aplaqué esos pensamientos como pude y poco a poco fuí elevando la mirada hasta que de repente al contemplar mis costillas, mis clavículas, mis hombros y mi pecho...llegué a horrorizarme por primera vez al ver marcados cada uno los huesos que los forman, sobretodo cuando me vino a la mente lo que podrían llegar a pensar los demás cuando me viesen así. No quiero engordar pero tenía que hacer algo, ¿pero qué? ya no quedaba tiempo, ya no queda tiempo. Me probé todos y cada uno de los biquinis que guardo en el cajón, buscando aquel que disimulase más todos esos huesos... pero nada, la parte de arriba apenas tiene algo que sostener, no tengo pecho, y la tira que se anuda al cuello se sostiene practicamente en el aire, apoyada tan solo en los huesos que sobresalen bajo la piel.
Aquello no podía ser real, tenía que haber engordado y creía que lo estaba haciendo... Llevo 15 días sin vomitar y bastantes más comiendo relativamente bien, incluso algún que otro helado, helados que me han hecho sentir más que hinchada. Tenía que comprobar si había engordado como me indicaban mis sentidos o había vuelto a adelgazar como indicaba la razón y para ello me subí a la báscula... 45'800. La razón estaba una vez más en lo cierto. Con los sentidos vemos nuestra "realidad", la razón en cambio nos muestra la realidad sin más.
La única explicación que se me ocurre es que el poco peso que he bajado (me alegra no subir pero aunque resulte raro, me preocupa haber bajado de nuevo y no encontrar el motivo) sea a causa de los antidepresivos (y eso que me preocupaba que me engordasen), que además de aportarme cierta tranquilidad están disminuyendo mi apetito y en consecuéncia haciendo que adelgace. O tal vez la enfermedad esté más débil y me empiece a permitir ver lo que hay en realidad. No lo sé... me siento confundida, pero quiero creer que la opción más probable es la segunda, puesto que anteriormente he estado en un peso más bajo que en estos momentos y aunque en algún breve instante había llegado a verme delgada (tan solo de la parte de arriba, como ahora), nunca me había horrorizado de este modo ante la imagen de mis huesos. Huesos que hasta ahora más bien me han causado adicción.
De momento pongo el pause y a ver lo que pasa. Vuelvo en un mes, pongo el pause pero ello no significa que baje la guardia. Cerrado por "vacaciones"