Para evitar sufrir, para alejarnos de la realidad que resulta dolorosa cerramos los ojos con fuerza para no sentir la total intensidad de los golpes que nos llegan. Nos obligamos a mantener los ojos cerrados para no ver lo que hay ante nosotros, para no ver absolutamente nada... Cubrimos nuestros ojos para adentrarnos en una oscuridad pactada que nos lleva a una fantasía que ansiamos que se convierta en nuestra realidad deseada.
Sellamos nuestros labios para no expresar, para mantenernos callados y no molestar, no preocupar o simplemente por la incapacidad de decir con palabras aquello que sentimos que nos abrasa y consume por dentro, por el pudor que sentimos al desnudar nuestra alma.
Cubrimos nuestros oídos porque hay cosas que no queremos escuchar, las verdades duelen e incluso asustan. Sobre todo cuando tú ya tienes una imagen muy formada de tu verdad. Asusta ver como tu visión es totalmente opuesta a la de los demás, asusta darse cuenta de que vives en una realidad distorsionada y que tus ojos por más que lo intentes sólo ven lo que quieren ver, lo que necesitan ver para tener algo a lo que aferrarse... para que tu cuerpo continúe consumiéndose junto con tus ganas frente al espejo y a pesar de ello sigues sumergida en esa burbuja de irrealidad que no te permite ver nada de eso. El reflejo que te devuelve el espejo es siempre el mismo, nada cambia ante él... Odias al espejo pero en realidad te odias a ti misma. Quieres ver lo que los demás pueden ver pero ni tus ojos ni tu cabeza te lo permiten.
Y llega la necesidad incipiente de huir, de dejar todo eso atrás... pero por cada paso que das en la dirección correcta, la parte insana se encarga de atraerte de nuevo hacia ella, intentando convencerte de que es lo único que tienes, si dejas de aferrarte a los kilos, a las kcal y a todo lo demás no te queda nada, no eres nadie. Son tantos años, que se ha convertido en mi vida y aunque es una vida que quiero dejar atrás no puedo soltarme de ella con la facilidad que me gustaría porque me aterra desprenderme por completo de ella... por eso siempre dejo un resquicio, una puerta abierta que me aporte la seguridad de que sigue estando ahí la posibilidad de volver a sumergirme con ella hasta lo más profundo si así lo necesito. Me alejo pero no lo suficiente como para lograr soltarla y es así como me quedo a medio camino... mientras dos fuerzas contrapuestas (la parte sana y la enferma) luchan entre si, la necesidad de recuperarme y vivir de verdad y la seguridad de lo que ya conozco, el muro de protección que me aporta la enfermedad más allá de todo lo negativo que conlleva continuar enferma.
Quiero correr, desearía poder volar, alejarme de todo y batir las alas con tanta fuerza que por un momento lo único que escuchase fuese el latido de mi corazón.
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